9.12.09

"hamacarse"

De las propuestas ofrecidas en la cotideaneidad, algunas son consentidas y gustosamente alojadas.Ir a la plaza a hamacerse es una de ellas, transformándose en un pedido particular de algunos.

Re-diseñando!!















Dentro de actividades que se fundamentan en el trabajo con el cuerpo y sus bordes; surgió la reinvensión de prendas de vestir, ajustadas al detalle de la particularidad de cada joven. Diseñando, cortando, pintando, cociendo... creando nuevas formas y nuevos tratamientos del cuerpo.

11.11.09

trabajo colectivo

Cortina Urbana
Taller de "Apropiación del Espacio" realizado por los jovenes del CET (en agosto de 2009).
Teñimos la tela con colores y esponjas para luego coser y pegar retazos, construyendo puntada a puntada un lugar mas habitable y propio...

14.4.09

FUNDACION AVENIR
Centro Educativo Terapéutico. Córdoba, Argentina
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13.6.08

LA NOVEDAD DE LA PRÁCTICA INSTITUCIONAL PSICOANALÍTICA LACANIANA


Jornadas de la EOL-Sección Córdoba – Junio de 2003


Por: Eduardo E. Abello


“Toda formación humana tiene por esencia, y no por accidente, refrenar el goce”. J. Lacan (Alocución sobre las psicosis infantiles”, Autres écrits, Seuil, pág. 364).


En los años setenta, el psicoanálisis aplicado de orientacion lacaniana encontró, “fruto de la necesidad” (E.Laurent, Preliminar 9/10), un anclaje institucional. Fue Antonio Di Ciaccia quien dió ese paso primero y que fue seguido por varios, causado por un enigma que le dejó Lacan. “El deseo de Lacan – dice Di Ciaccia al exponer las bases de la creación de la Antenne 110 en Bélgica – no concierne algo que se deba hacer o no hacer. Concierne al ser del sujeto”. “Hay que elegir, querido”, fueron –precisamente - las palabras de Lacan (Di Ciaccia, Prelim. 9/10). Su elección lo condujo entonces a dejar el “confortable” sitio de la falla entre dos discursos incompatibles, como él lo señalaba, para apuntar hacia un trabajo institucional con niños y jóvenes, psicóticos en su mayoría, que usaba la enseñanza del psicoanálisis sin aplicar el dispositivo analítico propiamente dicho (Di Ciaccia, Declar. de intenciones – 12/10/02). El dispositivo analítico supone un montaje destinado a la reactivación del inconsciente (Miller, Virtualia 7), pero tratándose de sujetos psicóticos, la diferencia es que ya hay un trabajo en marcha. Para ello, decía Di Ciaccia, “había que desplazarse al lugar en donde el autista y el psicótico ya estaban, en realidad, en trabajo” (Ornicar 234). Haciendo algo de historia del psicoanálisis, Eric Laurent nos recuerda que incluso antes de los setenta, las experiencias kleinianas de los pequeños grupos que se mostraban “capaces de alojar a los refractarios a la identificación de masa” (E. Laurent, Prelim. 9/10) habían propuesto una línea teórica y práctica que había iniciado en camino de la atención fuera del consultorio.

En este contexto, la encrucijada donde el psicoanálisis de orientación lacaniana podía dejar su impronta innovadora era, precisamente, la “articulación entre el Uno y lo múltiple” (Di Ciaccia, Prelim. 9/19), ya que de ella depende el tipo y el funcionamiento de una institución. Sobre la base del no uso del dispositivo del consultorio, rasgo que las diferencia por ejemplo del recientemente fundado CPCT (Centro psicoanalítico de consultas y tratamientos) en París y en funcionamiento desde el 15 de abril de este año, las instituciones de ese tipo fueron atravesando, más o menos comúnmente, diversas etapas. Los primeros años fueron marcados por la presencia de un significante amo claro, que era el psicoanálisis y que, ubicado en el lugar del Ideal, mantenía a la práctica signada por el efecto del Uno-Todo. En tal sentido, Jean Pierre Rouillon llamó correctamente a esta etapa la de la “psicoterapia” institucional.

Luego, el saber previo sostenido en el Uno dejó su lugar al significante uno (S1) solo, para que la clínica se nutra de los efectos enigmáticos que aparecen en cada caso, y para construir un saber hacer con esos efectos que no deben interpretarse como proveniendo de un “sentido” común, sobre todo en la clínica con psicóticos. Al contrario, el sentido tomado bajo la especie del sentido-gozado, es siempre propio a cada sujeto, está determinado por lalengua de cada uno y por cómo se vehiculiza allí el plus-de- goce. El trabajo con ellos se ve conducido a causa de esto a centrarse en un estar abierto a la sorpresa, y a elevar cada manipulación, cada invención, cada recurso del autista o del psicótico, a la “dignidad de significante”, primer paso para que éstos se constituyan en metáfora de su posición subjetiva (Di Ciaccia, Ornicar 234). Es que el fracaso de la implementación de la metáfora paterna ha dañado la posibilidad de que el sujeto pueda ser representado por el significante (V. Baio, De las instituciones-partenaire...) y lo deja librado a volverse objeto del Otro y de su goce.

Se pasó entonces de la “psicoterapia institucional”, al “psicoanálisis aplicado en una institución” que se presenta atravesada por él. La llamada “práctica entre varios” sirvió para poner en juego el encadenamiento significante necesario para combatir la presencia de ese Otro gozador capaz de desencadenar el goce ilimitado del sujeto, a evitar la cristalización del Uno del amo en la institución y a basar la práctica que sostienen los intervinientes en el significante del Otro barrado, práctica que además, como dice Eric Laurent (Prelim.9/10) ayuda a sostener, precisamente entre varios, el deseo, cuando éste flaquea: “bella lección de virtud psicoanalítica”, dice. De allí también la importancia de “hacer serie, o red”, para combatir el Uno-Todo, no sólo en los psicoanalistas e intervinientes que trabajan en cada institución, ubicados en la perspectiva del “psicoanálisis aplicado”, por “poco que estén en disposición de contribuir a la experiencia analítica” (Lacan, Acto de fundación), sino aún a nivel de las diversas instituciones, para lo cual se ha creado en Europa, por ejemplo, el RI3, una red de instituciones dedicada a la problemática clínica de la infancia y la juventud en instituciones de este tipo. Está resumido en la pertinente y sencilla frase de Miller en su carta a los italianos (23/10/02): “La Escuela es una, las instituciones son múltiples”. Para sostener esa práctica entre varios, es fundamental – dice Di Ciaccia (Ornicar 234) “asumir la responsabilidad de cada encuentro” con el psicótico, lo que significa “saber hacer con ello en primera persona”, y por otra parte saber “recurrir a los otros miembros del equipo en un juego permutativo”, evitando además ocupar el lugar del sujeto supuesto saber. Esta permutación impide la fijación de la relación del psicótico con el interviniente, y favorece la “elevación a la dignidad significante” de los elementos que se van aislando de la clínica. La experiencia de este último cuarto de siglo ha puesto entonces en la mira que la encrucijada en estos casos es el tipo de institución, y frente a ello, Di Ciaccia ha contribuido recientemente (Ornicar 234) a aclarar que no se trata para nada de usar al psicoanálisis como pura ideología, ni que existan “especialistas” en psicosis infantiles y en los tratamientos institucionales de los mismos - quienes esconden por detrás del saber una cuestión de poder-, ni que cada caso sea sometido a una “deriva interpretativa salvaje generalizada”. Debemos tener claro que los riesgos que se presentan son que la institución sea una “sala de espera” (Di Ciaccia, Prelim. 9/10) que no toque lo real de la clínica, o que los psicoanalistas tengan la última palabra frente al equipo con su saber, que no quiere decir de ningún modo que el saber de la clínica no se pueda elaborar en las reuniones.Se trata en cambio de respetar la iniciativa de cada uno, y de trabajar las paradojas, los malentendidos, despreciando el sentido común, el sentido compartido (E. Laurent), porque la práctica o pone el acento en el sentido, o se orienta por el goce (P. Naveau, Ornicar223). Para ellos entonces, el decir y la producción de los sujetos debe ser continuada por el encadenamiento significante de tales acontecimientos, tratando de forzar la repetición, para obtener un pasaje del sujeto “enunciado” al sujeto “enunciante”. Se trata de ir “vacíos de saber” y habitados por el deseo, decía Di Ciaccia, al encuentro con el psicótico. No el deseo de curar, sino el de utilizar los recursos de la enseñanza de Lacan respecto a la función de la palabra, al lenguaje y, podríamos agregar, lalengua, para producir hitos significantes nuevos, los cuales casi siempre se siguen de una pacificación (Di Ciaccia, Ornicar 234). Ese vacío de saber debe ser concerniente a la interpretación (en efecto, ¿cómo interpretar un significante cuando no se sostiene en la norma que provee la significación fálica?, fuera de ella, el riesgo es la deriva interpretativa que limita a veces el delirio) y concerniente a la transferencia (evidentemente, no hay que ocupar frente al psicótico el lugar del sujeto supuesto saber). Sin embargo no se trata de un vacío de saber político (la orientación es clara: la ética del psicoanálisis). Se trata de “inventar un lugar de vida conforme a los imperativos de la estructura” (Ibid.).

Por eso debe tratarse de una clínica de la contingencia, cuyo objetivo sea “producir un sujeto”, pues el sentido común sólo confirma la tendencia del psicótico a ubicarse como objeto del fantasma del Otro. Aquel paso de Di Ciaccia fue, ni más ni menos, el paso del deseo del Otro a quien se sigue, al deseo del analista, que apuesta. En el fondo, es el deseo del analista la verdadera innovación que marca específicamente el psicoanálisis, deseo que fue capaz de abrir un nuevo discurso, un lazo social novedoso y que, más allá de su aparición en cada sesión, trasciende en los actos institucionales de los psicoanalistas.